viernes, 22 de octubre de 2010

Y dijo Lucas hay un muerto que vive.

Y digo yo, ese muerto me duele, ese y tantos otros, los que sirvieron para que cambien las cosas como Kosteky y Santillán, como Saco y Vanzetti, como esos tantos anónimos que no cambiaron nada y que simplemente fueron víctimas de la inseguridad o víctimas de la desnutrición infantil o de la falta de atención sanitaria o del abandono de los abuelos.

Me duele cada muerto injustamente, cada persona que se nos va anticipadamente, por desidia del estado, por un estado ausente, por unas sociedad indiferente, por las ambiciones desmedidas de uno u otro sector sea cual fuere. Me duelen, me duele toda vida truncada antes de tiempo, pero a la vez tengo adentro un cumulo inagotable de contradicciones.

Entiendo el planteo de Lucas sobre lo saludable que puede resultar que todos los sectores en pugna quieran llevar agua para su molino, porque como bien lo menciona "entre el cinismo de la dirigencia trotskista, la miseria del Grupo Clarín, la hipocresía del peronismo disidente y del radicalismo todo, las mañas de algunos sectores oficialistas, las palabras más serias de los organismos de DDHH, entre todos esos, y muchos más, se está creando la presión política imprescindible para la pronta resolución del caso, el castigo penal a los autores materiales e intelectuales y los cambios necesarios en un mapa complejo de sindicalismo empresario" y por otro lado tengo mis reparos, y mis reparos están dados en quien va a sacar la mejor tajada de esto? Sobre todo por el momento en el que se dio el hecho (a pocos meses de una futura elección a presidente). Es más quien se regodea con este hecho es la oligarquía que ve en los dirigentes sindicales a un enemigo insoslayable que atenta contra sus bolsillos.

Y de la mano de esos reparos llegan mis contradicciones. Y llegan porque quiero algo mejor para mí país, porque no tolero la impunidad de hechos delictivos de la índole de la que estos provengan. Sean perpetrados contra dirigentes sindicales, contra dirigentes políticos, provengan de delitos comunes contra cualquier ciudadano, provengan de la desnutrición infantil, de la falta de atención sanitaria o del abandono de los abuelos.

Porque vamos a sacarnos la careta, no solo existen todavía mafias sindicales, políticos corruptos, también existe un grado de delincuencia común que si bien comparado con otros países del mundo podríamos calificarlo como bajo, no tenemos que por eso obviarlo para llegar a convertirnos en países como Colombia, como Guatemala o como México (por citar algunos ejemplos) donde la vida no vale nada. Tampoco podemos tapar el sol con los dedos y negar que en ciertas partes del país (aunque en mínima cantidad) existe desnutrición infantil o que en otros lugares distantes de los grandes o medianos centros urbanos hay carencia de centros asistenciales y de políticas de control sanitario.

Pero como quiero algo mejor para mí país, no puedo obviar todo lo que ha hecho este gobierno de los "K" para mejorarlo, todo lo que hemos avanzado en conquistas salariales, en conquistas laborales, en una mejor redistribución de la riqueza, en políticas asistencialistas, en el derecho de poder expresarse libremente, en políticas económicas. Y de ahí mi gran contradicción, porque muchos de nosotros tenemos claro esto y sabemos a quién apoyar y a quienes podemos seguir exigiendo para que cada vez las cosas sean mejores. ¿Pero es conveniente alzar la voz o es saludable hacerle el caldo gordo a esos que aprovechan el momento para llevar agua para su molino? Y me pregunto esto porque no es casualidad que haya programas de TV completamente vacíos de contenido que tengan el más alto rating o que otros repitan hasta el hartazgo las cosas malas que puedan encontrar en el gobierno o que presenten las buenas como malísimas o que inventen las cosas malas que pueden llegar a pasar si este gobierno continua en el poder.

¿Qué hacer entonces? ¡He aquí el gran dilema! Quizás una de las cosas pase por reclamar desde dentro, desde las bases y aceptar el costo que eso pueda tener para cada uno. Quizás pase por reclamar justicia sin alzar la voz contra una vereda en particular, pero sin cejar en el pedido, por pedir que desaparezcan los personajes nefastos que siembran el caos para servir a su beneficio personal, estén del lado que estén. Quizás pase por ambas cosas. Pero lo que para mí es inconcebible es que demos el paso atrás para que avancen los que vinieron pisoteándonos hasta ahora.

Cada uno en su lugar a exigir justicia en todos los órdenes recordando que el construir un país mejor "no es tarea para cagones pero tampoco lo es para imprudentes y amnésicos", las cosas se logran con coraje, astucia y memoria. Darío, Maximiliano, Mariano y los miles anónimos que pagaron con sus vidas vivirán por siempre en la memoria de los que ansiamos una sociedad más justa y civilizada.

Por eso yo digo hay cientos de miles de muertos vivos y a todos debemos hacerle justicia.

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