martes, 9 de febrero de 2016

Las razones del odio

Desde el 10 de diciembre, quizás ya desde un tiempo antes, estaba tratando de buscar explicación a las razones que llevaron a una derrota del FPV.

 No buscaba una explicación al voto influenciado por los medios de comunicación, que la mayoría de nosotros sabemos como han obrado para cambiar momentáneamente la opinión del electorado. También sabemos que gran parte de ese electorado influenciado por los medios, sino cambió su opinión hoy a dos meses de los comicios lo ira haciendo con el transcurso del tiempo cuando la realidad se encargue de demostrarle el desacierto de su elección influenciada.

Tampoco buscaba explicación al voto cargado de un probable rédito futuro; porque ese voto no estaba cargado de odio, sino que estaba teñido de una promesa personal de un futuro mejor, aunque ese futuro fuese para unos pocos.

Sino buscaba una explicación a las razones del voto motivado por el odio y dentro de este voto, a determinado generador de ese odio. No me interesaba el generado por la diferencia marcada entre la lucha de clases, donde una clase dominante se veía amenazada por las otras que atentaban contra su patrimonio, ya que para que esas otras ascendiesen debían resignar márgenes mayores de ingresos y redoblar sus esfuerzos. No importa que esa resignación la hiciesen como alguna vez postee en este blog en aras del sostenimiento del sistema y en definitiva y a la larga redundase en su propio beneficio. En este caso había y hay un fundamento valedero en cuanto a ese odio.

Pero ese odio no era el objeto de mi análisis. Había otro que no tenia motivos aparentes, otro que no se generaba en un conflicto de intereses económicos. Un odio que no se sostenía con fundamentos de amenazas o conflictos de intereses o poder. Entonces me puse a tratar de dilucidar que era lo que generaba ese odio sin motivos aparentes.

Uno de esos generadores para determinado sector era fácil de encontrar: el fanatismo.  El fanatismo es fácil de apreciar en el campo deportivo y en menor medida en el religioso. Al fanático, no le interesa si determinado acto le aporta beneficios o no, lo único que le interesa es el resultado; es ganar. Pero en el ámbito económico, si ganar unas elecciones implica relegar patrimonio o beneficios, ese fanatismo comienza a desvanecerse. Eso no es motivo para que no exista ese fanatismo, pero si para que se reduzca a porcentajes pequeños.

Eso explicaba una parte de ese odio infundado al que trataba de analizar. Pero sabia que había más para analizar; que cuando de bolsillo o bienestar se trata el fanatismo comienza a desaparecer.

Buscando explicaciones y analizando motivos recordé un episodio que me sucedió a finales del período de la dictadura. En ese entonces me había mudado de barrio y mi hija tenia que comenzar el jardín de infantes. En el nuevo barrio había escasez de kinders ya sea públicos o privados y no conseguía vacantes para poder inscribirla. En mi búsqueda por distintos establecimientos llegue a un club de barrio de una de las zonas alejadas del mismo, donde debido a dicha escasez y a la imposibilidad de muchos vecinos de enviar a sus hijos a un jardín de infantes privado, estaban intentando abrir uno nuevo. En el mismo aceptaron la inscripción de mi hija y me invitaron a formar parte de la comisión de padres que se estaba formando para impulsar el desarrollo del mismo, ya que lo único que existía era el espacio físico cedido por el club y solo para un aula. Acepte la invitación y recuerdo que en un principio seis personas mas lo hicieron, pero a la primer reunión de dicha comisión solo éramos dos personas. En ese momento me entere que solo contábamos con el espacio físico cedido por el club, una hamaca, un subibaja, un tobogán, cinco escritorios, unas pocas sillas y una maestra que accedía a dar clases en forma gratuita como forma de adquirir experiencia curricular.
Para hacerla corta, este otro padre y yo nos abocamos a la tarea de conseguir elementos para dicho jardín. En menos de cinco meses, trabajando a destajo y quitándonos el poco tiempo de descanso que nos quedaba conseguimos material escolar, textos, juegos, calefacción, el aporte de la municipalidad para construir dos aulas independientes dentro del predio del club, una segunda maestra remunerada por la municipalidad, leche y facturas para ofrecerle a los niños que llegaban de zonas aledañas carenciadas un desayuno y hasta pastas y carne para ofrecer un almuerzo dos veces por semana. Se sumaron a la comisión dos madres de alumnos que oficiaban de cocineras. En poco tiempo creció el kinder y ahí comenzaron los problemas. Si bien donde no había nada, se había logrado construir mucho y se había conseguido suministrar mucho más, la misma gente beneficiada y otros comenzaron a hablar, a criticar, muchas veces con una vehemencia que rayaba el odio.

Se decía que si estábamos en la comisión era porque seguramente nos quedábamos con una gran tajada de los materiales que conseguíamos o que éramos "comunistas" ( cosa que siempre disto bastante de mis pensamientos, porque me guste o no, hasta hoy en día el sistema que mejor representa a la psicología del ser humano es el capitalismo; ya que el ser humano siempre tiene el ansia de sobresalir, sino en el plano económico y material, en el de la jerarquía social o en el de la estructura de poder. Claro que si creo, tiene que haber un control del estado sobre el capitalismo, para mantener una justicia social y que no se caiga en niveles que hagan inviables el sostenimiento del sistema.) Pero realmente en muchos casos, no era solo un chisme de barrio, se lo decía con un odio irracional.

Tan irracional, que llevo a que nos alejáramos esta persona y yo de la comisión porque a nadie le gusta ser acusado frente a la sociedad de ladrón (mucho menos sin jamás haber tocado un solo implemento o haber conseguido algún beneficio personal) y en esa época ser tildado de comunista era algo que atentaba contra la integridad personal. Tan irracional que muy poco tiempo después se dejo de suministrar el desayuno y el almuerzo y en menos de dos años llevo a que se cerrase el jardín
.
En ese momento me pregunte exactamente lo mismo que hace dos meses. ¿Qué fue lo que llevo a ese odio sin motivo? La única respuesta que encontré fue la frustración generada por la envidia.

Frustración por no haber sido capaces de hacer lo que el otro sí hizo. Envidia de no tener la capacidad y la decisión para construir.

Otro de los motivos que, he visto, generan ese odio, es la incapacidad para jugarse por las cosas que uno tiene como principios, sean estos cuales fuesen. Comprometerse con lo que uno cree, trae aparejado luchar contra nuestras propias contradicciones y esa lucha nos lleva a la situación nada cómoda de enfrentarnos contra nuestras zonas oscuras. El no asumir ese compromiso, sobre todo cuando uno ve que si hay personas que lo intentan, nos lleva a la desazón y al desprecio por uno mismo. Entonces, si no eres capaz de amarte a ti mismo, mucho menos a los demás.

El otro motivo por el que se genera ese odio, es el que mencione al justificar porque el capitalismo es el mejor sistema que hasta ahora representa al individuo psicológicamente y es el hecho de que el ser humano necesita sobresalir en algún plano social. Lo que pasa es que muchas personas tienen exacerbada a limites enfermizos esa necesidad y si la misma no se cumple desarrollan odio e ira. Por poner un ejemplo grafico, supongamos que estas personas en el ultimo año consiguieron elevar su poder adquisitivo y lograron acceder por primera vez a unas vacaciones. Es cierto que han ascendido en su nivel de vida y confort, pero no le darán el valor suficiente, si no forman parte de una selecta minoría que puede acceder a ellas, o si solo ellos accedieron a unas vacaciones que muy pocos pueden disfrutar en algún lugar exclusivo. Es más, si han logrado tomarse 20 días de descanso en algún lugar de veraneo, serian capaces de renunciar a 18 con tal que ellos fuesen unos de los pocos que lograron tomarse los 2 restantes, aunque personalmente y a nivel salud resintieran la perdida de los 18.

Esto es lo que explica el odio de una parte sustancial de la clase media. Saben que jamás ascenderán a la clase alta, a no ser por un golpe de suerte y no les interesa ascender un paso mas en la pirámide del bienestar; pero si les preocupa que puedan llegar al peldaño donde se encuentran cada vez mas personas, porque esto significara perder status, dejar de ser unos de los privilegiados que han logrado llegar ahí. Por ende no importa si descienden en esa pirámide, siempre y cuando sean unos de los pocos que están un escalón mas arriba que la inmensa mayoría. La cuestión es brillar, no importa si es por luces propias o porque le han cortado la luz a la inmensa mayoría.

Llegado a este punto, estoy cayendo en la cuenta que en el fondo de todo ese odio, subyace un único elemento: la comodidad. Es más cómodo odiar que construir. Es más cómodo odiar que comprometerse. Es más cómodo odiar que esforzarse. Es más cómodo odiar que cuestionarse. Es mas cómodo odiar que razonar. En definitiva es más cómodo odiar que amar.