jueves, 21 de noviembre de 2013

América invertebrada

 

El domingo pasado apareció un artículo en el diario El País de España reproducido por el diario El Comercio del Perú del expresidente del Uruguay Julio María Sanguinetti sobre los intentos de integración de América Latina, el cual transcribo a continuación y que trataré de analizar al final de la transcripción.

 

“Parafraseando a Ortega, bien cabe este título para nuestra América Latina, que cuanto más proclama su integración y más organismos crea, menos parece –de verdad- re vertebrarse. Varias divisiones transversales van creando un entramado confuso de instituciones superpuestas, de orígenes circunstanciales, que no superan los particularismos nacionales.

Empecemos por la Unasur, una construcción política en la que se deja fuera a México y América Central. El ya más que centenario concepto de América Latina se abandonó de un plumazo en nombre de una identidad sudamericana inexistente. ¿Cuál es el valor cultural o político que separa a México de Colombia o Argentina? ¿Es más cercana a esa identidad Surinam, que se ha incorporado a la Unasur? Cuando hablamos de la cultura hispánica, frente a la americana anglosajona en el norte, ¿leemos autores rioplatenses o a Carlos Fuentes o a Octavio Paz? Se invoca su TLC con Estados Unidos, como si no tuvieran esos tratados de liberalización comercial países como Chile y Colombia.

La CELAC fue pensada para integrar a toda la comunidad latinoamericana. Aquí si entran México y todo el Caribe, desde Cuba hasta Barbados. Son 33 países sin identidad cultural clara y que simplemente procuran constituir una especie de OEA, pero sin Estados Unidos.

Viejas estructuras sobreviven al mismo tiempo. La Aladi se imaginó en su época -1960 – como un proyecto amplio de liberalización comercial. Fue construyendo un interesante tejido jurídico hasta que la velocidad del más lento le fue quitando revoluciones.

Por otro lado, desde 1975, el Sela intenta coordinar políticas económicas de 28 países, con resultados académicamente interesantes, pero políticamente irrelevantes.

Por cierto, no pueden olvidarse los intentos regionales. El Mercosur nació en 1991 con un enorme impulso político, emanado de la restauración democrática de la región: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay comenzaron un vigoroso proceso de liberalización comercial, sobre la idea de un regionalismo abierto, que generara una economía de escala para competir internacionalmente. Los primeros ocho años fueron estimulantes, hasta que la inesperada devaluación brasileña de 1999, que desacomodó a los socios, puso en evidencia la asimetría del intento, con un Brasil que es el 75% del PBI regional. Desde entonces, el proceso ha seguido un camino pedregoso. Últimamente, se llegó a suspender de forma temporal a Paraguay, de modo arbitrario e irregular, y de igual modo se incorporó a Venezuela, que es más un obstáculo que un aporte por las características estatales de su comercio y su discurso radical en política exterior. Entre otros conflictos, Brasil ha formulado severos reclamos a Argentina, cuyas importaciones son discrecionalmente manejadas por un solitario zar que dispone que mercadería entra.

Desde 1969 está también la Comunidad Andina, que no integra Chile –nada menos- y que no registra sintonía entre sus miembros. Lo más rescatable de esa región es la Corporación Andina de Fomento, un banco muy dinámico, que ha ampliado su radio de acción, tiene incluso socios extra continentales y financia con eficacia proyectos de desarrollo.

Recientemente, al amparo de nuevas realidades políticas, nos encontramos con el ALBA que, impulsada por Chávez desde Venezuela, ha reunido los gobiernos populistas de Bolivia, Ecuador, Nicaragua, San Vicente, Antigua y Bermuda, además del comunismo monárquico de Cuba, conducido desde 1959 por la familia Castro.

En otro orden y con otro signo, irrumpe con fuerte impacto la Alianza del Pacífico: México, Colombia, el Perú y Chile, y –en vías de incorporarse Costa Rica y Panamá-. Son países que tienen tratados de libre comercio con EEUU y ostentan economías dinámicas. Estos días, durante las sesiones de la Asamblea de Naciones Unidas, sus presidentes reunieron a 250 empresarios, entusiasmados con el impulso de un proyecto que mira hacia el Pacífico, motor de la economía mundial. Esta alianza representa el 33% de la población latinoamericana, el 34% de su PBI, pero el 53% de su exportación, lo que mide su nivel de apertura. Sus acuerdos han merecido cuestionamientos de los países del ALBA, especialmente Ecuador, vecino de todos ellos.

En la distancia, los miembros del Mercosur rumian su preocupación. Brasil es el líder natural del grupo y, pese a su peso específico, no muestra hoy la dinámica económica esperada. Además, da la impresión que no logra disciplinar a Argentina ni armonizar la retórica venezolana.

Populismo o democracia, economías abiertas o cerradas… Después de ocho años de bonanza internacional, con precios elevados de exportación e intereses bajos, persisten ahora los viejos dilemas. A los que ahora le agregamos una nueva y profunda grieta entre Atlántico y Pacífico. ¿El tiempo la cerrará o la irá ahondando?”

 
Si bien coincido con el autor en que hay una brecha entre los países que integran América Latina - brecha que se da en la concepción con que los mismos abordan su política económica – no coincido en la acepción con la que denomina esa brecha, como si la cosa estuviese planteada entre populismo y democracia.
 
Antes que nada quiero subrayar que los países que el tilda como populistas no están reñidos para nada con la democracia, dado que en la generalidad de los casos sus gobernantes fueron elegidos – y en muchos casos por una amplia mayoría de votantes – por sus pueblos. Pareciera ser que para muchas personas el concepto de democracia está ligado con lo que una pequeña minoría iluminada desea para su país. De todo lo que expresan se deduce que son partidarios del voto calificado – ¿calificado por quién? ¿Calificado en base a qué premisas?- y que la voluntad de la mayoría de los habitantes de una nación no cuenta para nada.
 Dicho esto quiero referirme a lo que él tilda de populista. ¿Se puede tildar de populistas medidas que se extienden más allá del tiempo que dure una gestión de gobierno y que alcanzan a la totalidad de la población sin importar el color político de los beneficiarios?  ¿Se pueden tildar de populistas medidas que en la mayoría de los casos son factor de activación de la economía? ¿O lo que las hace populistas para él y para la mayoría de los que emplean este vocablo, es el hecho que vayan dirigidas a los sectores más vulnerables de la sociedad? Claro está es democrático y no es populista para el autor por lo que se desprende de su lectura el repartir despensas con alimentos o materiales de construcción condicionando su entrega a que el partido que los ofrece gane las elecciones (como el caso de México) o entregando una zapatilla antes de la votación y condicionando la entrega de la otra a los resultados de una elección (como sucedió en Argentina en las épocas en que seguramente el autor del artículo diría que había un gobierno democrático en la misma).
 
Por otro lado de esta lectura se puede apreciar que para el autor el mayor grado de impacto de los distintos organismos creados en América Latina está basado en términos de lo logrado en acuerdos comerciales y económicos como lo expresa en su admiración por la Alianza del Pacífico, aunque esos acuerdos comerciales solo tengan en cuenta lo que pueden lograr los agentes de la economía y no los intereses de los países participantes.
Sin embargo, podemos ver una serie de avances muy importantes logrados por varios de los organismos que para él mismo revisten menor importancia, en cuanto a lo que se refiere al respeto de la soberanía económica y política de los países que los componen, en cuanto a la autodeterminación de los pueblos y en cuanto al respeto de las instituciones de los mismos. Un caso importante por poner un ejemplo fue la suspensión de Paraguay del Mercosur por el golpe institucional que produjo un poder sobre otro. Lo mismo sucedió con el apoyo incondicional de la Unasur al presidente del Ecuador ante el intento de derrocamiento del mismo, solo por mencionar algunos.
Creo que este es el marco en el cual se debe avanzar en la unidad latinoamericana, porque en el marco económico podemos ver lo que sucede con la Unión Europea donde los países centrales dominan la escena en detrimento de los otros.
La realidad económica de cada país de América Latina es muy distinta a la del otro y si bien se puede avanzar en algunos acuerdos de cooperación entre los países integrantes es una utopía pensar en una economía en común.
Yo diría que en lugar de hablar de una América Latina invertebrada, hablaría de una América Latina fracturada. Fracturada en el seno de cada sociedad de los países que la componen. Fracturada entre la mayor parte de la oligarquía que la compone y que solo vela por sus intereses personales sin importarle en lo más mínimo lo que le suceda ya no a América Latina sino a su propio país y un pueblo que espera de sus dirigentes poder ascender a niveles de vida más dignos y que apuesta al crecimiento colectivo de su país.
A esto último apuestan la mayoría de los países del Atlántico, falta mucho por hacer pero hacia eso se apunta, ahora habría que ver si los países del Pacífico seguirán la línea por la cual transitan o si se alinearan con los del Atlántico.


No hay comentarios: